En su última comparecencia en el Senado, el presidente de Gobierno Mariano Rajoy dijo: "2013 será mejor, todavía no tocaremos el suelo, pero será mejor, sobre todo la segunda parte, y en 2014 empezará a crecer la economía". No subrayó nada sobre el comportamiento del empleo, verdadero factor diferencial español respecto a los principales países de nuestro entorno. Ningún político ni científico social ha sido capaz de presentar un pronóstico de cuánto tiempo costará pasar de una tasa de paro como la actual a, por ejemplo, un 8% de la población activa que es la que había antes de la actual crisis económica. Recuérdese que la tasa de paro más alta que hubo en los EE UU de la Gran Depresión fue del 25%, la misma que padece ahora nuestro país.
En la descripción de la coyuntura, del cómo estamos, Rajoy imita a Dios en los cuentos morales: domina la representación, pero apenas aparece en el escenario. Sus ángeles anunciadores son Guindos, Báñez, Montoro, el secretario de Estado de Economía, Jiménez Latorre... Son estos últimos los que han puesto encima de la mesa una mejoría de la economía española, que casi nadie ve, evitando el concepto de brotes verdes que masacró a la anterior titular de Economía con Rodríguez Zapatero, Elena Salgado. Ha sido Guindos el que ha declarado algo tan vago como que "esta será la historia de la recuperación de la economía española en los próximos trimestres" y Jiménez Latorre quien ha puesto la estación llegada al crecimiento en la segunda parte del año que viene.
Bruselas prevé una recesión el triple de profunda de lo que espera el Gobierno
Las previsiones oficiales, que figuran en los Presupuestos Generales del Estado para 2013, no coinciden por mucho con las de la Comisión Europea o con el consenso de los servicios de estudios. Por poner el ejemplo más representativo, mientras que la oficina de estadísticas de la Unión Europea, Eurostat, cree que la economía española se contraerá en 2013 un 1,4% y el desempleo ascenderá al 26,5% de la población activa, el cuadro macroeconómico del Gobierno de Rajoy prevé un retroceso del 0,5% y un paro (a la baja) del 24,4%. ¿En qué capacidades de prospección fiarán más las empresas y las familias a la hora de hacer sus números y sus planes de inversión y consumo para el futuro inmediato? Todo ello, en un nuevo contexto recesivo en la eurozona (el segundo en cuatro años), con el consumo, la inversión y el empleo presagiando los porcentajes anunciados. El propio gobernador del Banco de España, Luis María Linde -prudentísimo, como corresponde a su función, y sin gana alguna de polémica- señaló, también en el Senado: "Aún no se perciben mejoras en la actividad y el empleo".
En esta coyuntura, el Gobierno, cualquier Gobierno, habría de ejercer una doble función: ayudar a los que se van quedando por el camino, que cada vez son más y crecen aceleradamente, y tratar de evitar el empeoramiento de la situación. Es difícil concluir que ello es lo que está logrando el Ejecutivo de Mariano Rajoy después de un año gobernando: todo lo que podía empeorar ha empeorado. Más bien su filosofía recuerda a aquella carta que un ministro británico escribió al jefe de Gabinete británico, el laborista Ramsay MacDonald, a principios del siglo pasado (descrita en La gran búsqueda. Una historia de la economía, Sylvia Nasar, editorial Debate): el capitán y los oficiales de un buque lo han llevado a la costa en marea baja; ningún esfuerzo humano pondrá el barco a flote hasta que la marea, siguiendo el curso de la naturaleza, vuelve a ascender. Y MacDonald le contesta: su carta refleja exactamente mi estado de ánimo.
En la actual coyuntura, apelar a la mejoría en el año 2014 es hablar del largo plazo. Una de las frases más célebres de Keynes ("a largo plazo todos estaremos muertos") figuraba en el siguiente pasaje de su obra Breve tratado de la reforma monetaria (Fondo de Cultura Económica), de 1923: "El largo plazo es una guía inadecuada para estudiar los sucesos actuales. A largo plazo todos estaremos muertos. Los economistas se arrogan una tarea demasiado fácil y vana si en una fase tempestuosa se limitan a decir que cuando pase la tormenta el mar volverá a estar en calma". A los políticos les sucede lo mismo.
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